1 de noviembre de 2011

Preguntas, cuentos y metáforas en la relación de ayuda

Trataría de enseñarles a descubrir quiénes son, y no simplemente cómo se llaman y todas esas cosas... Pero antes creo que les haría olvidar todo lo que les han dicho sus padres y todos los demás. Quiero decir, aunque los padres les hubieran dicho que un elefante es grande yo les sacaría eso de la cabeza. Un elefante es grande sólo cuando está al lado de otra cosa, un perro, o una mujer, por ejemplo -Teddy recapacitó un instante-. Ni siquiera les diría que un elefante tiene trompa. A lo sumo, les mostraría un elefante, si tuviera uno a mano, pero les dejaría ir hacia el elefante sabiendo tanto de él como el elefante de ellos. Lo mismo haría con la hierba y todas las demás cosas. Ni siquiera les diría que la hierba es verde. Los colores son sólo nombres. Porque, si usted les dice que la hierba es verde, van a empezar a esperar que la hierba tenga algún aspecto determinado, el que usted dice, en vez de algún otro que pueda ser igualmente bueno y quizá mejor.
J. D. Salinger, Teddy (1953)

El objetivo de cualquier relación de ayuda es facilitar cambios positivos en la situación de los clientes, en sus expectativas, creencias, relaciones, conductas. Les acompañamos, estamos con ellos. Y les ayudamos a narrarse a sí mismos de nuevas formas, creando explicaciones más útiles que les abran otras posibilidades de acción.

Dibujamos junto al otro un mapa del viaje a realizar -sabiendo que no es el territorio, claro-, descubriendo más caminos e, incluso, la ruta hacia destinos que parecían demasiado lejanos. Al mismo tiempo, les apoyamos a la hora de construir su propia brújula, una que sea lo más certera posible al señalar las direcciones de referencia.

Pero en esta relación de ayuda surgen tensiones entre apoyo y libertad: es fácil caer en la asistencia, generar obligaciones o imponer soluciones. Entre los riesgos, a mí me dan miedo las preguntas...

Las preguntas abren la posibilidad de descubrir e interpretar la realidad, pero al mismo tiempo limitan nuestra visión, centran la mirada en unos aspectos para olvidar otros. Cuanto más claro vemos el detalle, más borroso se vuelve el horizonte.

Esa es la razón de que solo me sienta cómodo con tres de ellas: ¿qué pasaría si?, ¿qué crees que piensan otros?, ¿qué se te ocurre? Necesito empujar a las personas con las que trabajo a crear y contar nuevas historias; convertirme, de alguna manera, en el primer público de su obra más reciente.

También por eso me interesa explorar el potencial de las metáforas y los cuentos como herramienta de ayuda. Sus ventajas son múltiples (Moix Queraltó, 2006):

- Encajan con nuestra forma natural de pensar y construir la realidad.

- Permiten abandonar las estrategias racionales y descubrir una nueva forma de contemplar los problemas, con imaginación y creatividad. Facilitan también, por tanto, contactar con y expresar las emociones.

- Sugieren, no imponen. Hacen referencia a la situación, pero no de forma explícita, e invitan al cliente a tomar un papel más activo. Dicho de otra manera: mientras narra, el profesional no interpreta y permite que aparezcan nuevos significados y posibilidades de actuación.

- Externalizan el problema, lo convierten en una imagen que se puede contemplar y manejar desde fuera.

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